domingo, 31 de agosto de 2008

1992 - W.A.S.P. - The Crimson Idol

Fiesta y desenfreno, estribillos y coros ultra-pegadizos, puestas en escena orgiásticas, letras explícitas y provocadoras, actitud macarra... todo eso y mucho más es lo que había representado W.A.S.P. desde que iniciara su fulgurante carrera en los primeros 80s.
Y sin embargo, en el momento en que Blackie Lawless –principal “mastermind” del asunto- se quedó sólo, optó por abordar el proyecto más serio y trabajado, o –en una palabra- maduro de su trayectoria.
No nos engañemos, las señas de identidad de W.A.S.P. siguieron intactas, y la evolución con su disco anterior, “Headless Children” (que ya asume un estilo más comedido y puramente heavy metal que esos maravillos trallazos de heavy rock para sacudir la cabeza que son sus primeros discos) también resulta de lo más coherente, por lo que cabe pensar que el terreno se venía preparando de lejos. Pero ante la desbandada de Chris Holmes (hasta entonces el otro gran responsable del grupo), Blackie no se achantó y optó por demostrarle al mundo que él “era” W.A.S.P. y que W.A.S.P. era capaz de lo mejor. ¿Y qué mejor forma de demostrar esas intenciones ambiciosas que con un disco conceptual, puesto que esto siempre ha sido en el mundo del rock y el metal signo de grandilocuencia y enorme trabajo tanto musical como letrístico?

Que Lawless se lo tomó como un proyecto y una reivindicación “personal” (no en vano inicialmente lo encaró como un disco en solitario, aunque la finalmente la “marca” W.A.S.P. se consideró un activo comercial demasiado potente como para ser desechada) lo demuestra el hecho que de lo manejara todo al más mínimo detalle: compuso, arregló y produjo todos los temas, y grabó las voces, el bajo, los teclados y algunas guitarras (incluyendo todas las acústicas, que en el disco son muchas), sólo dando la guitarra líder a Bruce Kulick para que ensalzara su trabajo añadiendo todo tipo de filigranas y solos marca de la casa, y la batería a dos expertos en la materia, que hacen un trabajo espectacular y de primer plano, apabullando con su sonido y dando al disco una marca muy característica con todos esos redobles: F.Banali (viejo conocido y popularmente asociado a Quiet Riot) y S.Howland (hoy conocido por su trabajo con Blackfoot, Impelliteri y Lita Ford).

Para las letras, escogió como historia la vida, miserias y tragedia de una estrella del Rock, un tema ya explorado en estos terrenos (¿alguien ha dicho Pink Floyd?) pero que da al álbum un enfoque de lo más serio y emotivo, por momentos triste y siempre muy bien hecho, que –en esto sí- se aparta de las habituales letras de W.A.S.P. en su primera época. Reflejado en la vida de Jonathan, Lawless repasa el ascenso y caída por el que muchos nombres célebres han pasado en la vida real, y lo consigue en un álbum que puede ser una de mayores expresiones (muchos dirían “la mayor”) del heavy metal clásico norteamericano, así como, también posiblemente, la última gran obra de este género, o como mínimo de su etapa dorada. Repasémoslo:

1. "The Titanic Overture" (Blackie Lawless) – 3:23
Una entrada progresiva en intensidad que anuncia elementos que irán apareciendo en el disco, como corresponde a una obra conceptual de esta magnitud, y que deja las expectativas por todo lo alto a base de redobles de batería y un muy emotivo trabajo vocal.

2. "The Invisible Boy" (Lawless) – 4:04
Primer trallazo heavy metal, en el que se nos explica como la frustación familiar de Jonathan acaba por empujarlo a irse de casa.

3. "Arena of Pleasure" (Lawless) – 4:06
La entrada del protagonista en la gran ciudad y en el mundillo de la música sube un punto en esa característica intensidad W.A.S.P. con otro tema de desbordante sonido, un impresionante riff, fabuloso estribillo y ritmos cabalgados.


4. "Chainsaw Charlie (Murders in the New Morgue)" (Lawless) – 7:36
Y cúlmen de esta primera parte del disco con el que fue primer single, y con otra subida más en intensidad -¿era posible?- y un mastodóntico tema rebosante de energía que arrolla con sus melodías y clava el estribillo en lo que es casi una definición de heavy metal. El éxito ha llegado para Johnathan.

5. "The Gypsy Meets the Boy" (Lawless) – 4:08
Un respiro en la descarga y vuelta a las acústicas que tanto brillo dan a este disco poniendo el contrapunto a lo energético de temas como los anteriores. Mucha emotividad para el relato de tragedia que la gitana adivina en Jonhathan.

6. "Doctor Rockter" (Lawless) – 3:43
Si hay un tema que rescate el sonido de los primeros discos de W.A.S.P. ése es “Doctor Rockter” con su “brutal accesibilidad”. Gancho a raudales, mientras Jonathan descubre las drogas.

7. "I Am One" (Lawless) – 4:27
Aguerrido también, pero en una forma más cercana al punto donde lo dejó “Chainsaw Charlie”, “I Am One” simula sonido directo para presentarnos a Jonathan descargando rabia en su máximo apogeo. No hace falta decirlo: redobles, ritmos cabalgados, estribillo con gancho, solos a rabiar... El tipo en una estrella, y le espera la caída.

8. "The Idol" (Lawless) – 5:20
Entramos en la recta final con un sentido tema que en un registro muy diferente no baja el listón del anterior. Podemos escucharlo a continuación.


9. "Hold on to my Heart" (Lawless) – 4:14
Y pasamos a la balada más clásica para redundar en el derrumbe de la vida de Jonathan. A destacar el trabajo vocal de Lawles, tan capaz de arrollar con esas voces dobladas y agresivas de buena parte del disco, como de conmover con su interpretación en este tema.

10. "The Great Misconceptions of Me" (Lawless) – 9:29
¿Qué podía faltar? Pues el cierre más grandilocuente posible, repasando todos los terrenos tocados, desde la balada a lo más aguerrido, retomando riffs y melodías de los cortes anteriores, y un final con un sentimiento tan mágico como estupendo para recordar. La guinda a un disco tan enorme que sasta a W.A.S.P. le costó reponerse y volver a estar a la altura.
Y sí, puede que sus primeros discos entren más directos a la sesera del oyente, pero es imposible no apreciar esto.

sábado, 30 de agosto de 2008

1981 - Judas Priest - Point Of Entry


“Point Of Entry” es una de las mejores muestras de cómo el tiempo acaba por formar la opinión dominante ante cualquier acontecimiento, y es que si en 1981 la gira del entonces nuevo disco de Judas Priest supuso uno de los mayores acontecimientos metaleros del año y de lo más grande que en este sentido se había hecho nunca hasta entonces, llenando recintos allí por donde pasaba y llevando a teloneros que hoy costaría de reunir bajo la sombra de cualquier otra banda (ni más ni menos que Iron Maiden, Accept y Saxon), hoy por hoy la idea “colectiva” formada sobre ese disco va por terrenos muy diferentes, siendo un habitual en su mención cuando se hace referencia a los puntos más bajos de la trayectoria de los Metal Gods.

¿La razón? Bien, cualquier análisis superficial sobre la situación de este disco ya nos arroja dos factores que pueden tener su parte de importancia en esto.
El primero y el más evidente es el puesto en que ha quedado “Point Of Entry” dentro de la discografía de esta veterana banda británica, encuadrado entre dos de sus más populares discos: “British Steel” y “Screaming For Vengeance”.
Con dos colosos como estos flanqueándolo, el potencial de “Point Of Entry” queda para muchos en entredicho, como un respiro entre puñetazo y puñetazo. Para colmo, existe una continuidad en cuanto a sonido mucho más lógica entre aquellos dos trabajos, sobre todo si observamos la evolución que entre el segundo de ellos hay con el siguiente “Defeders Of The Faith”. El carácter cada vez más rocoso y adentrado en el metal más tradicional de los 80s que ellos mismos ayudaron, y mucho, a definir se explica mucho mejor siguiendo la tríada “British Steel” - “Screaming For Vengeance” – “Defenders Of The Faith”, que incluyendo en medio el olvidado y en parte más hardockero disco de 1981. De esta manera, puede resultar hasta normal que un nuevo metalero no muy atento obvie su existencia.

El segundo factor va por terrenos más alejados de lo estrictamente musical para meterse de lleno en lo comercial: “Point Of Entry” fue el primero de los discos de Judas Priest que no se grabó en UK –se hizo definitivamente en Ibiza- y que se encaró en cuanto a producción y distribución a empezar a explotar la figura de los Priest, ya más que asentada en su país natal y buena parte de Europa, fuera de sus fronteras, especialmente en los USA.
Los impuestos que se pagaban en aquel entonces en Gran Bretaña en esta industria eran demasiado fuertes para un grupo que con su status crecido quería empezar a aprovechar al máximo los nuevos recursos, tanto ampliando los mecanismos en la grabación, como agrandando otros publicitarios como el de los video clips (de este disco se hicieron tres: “Don’t Go”, “Hot Rockin” –un clip que es todo un manifiesto heavy y que se puede ver bajo estas líneas- y “Heading Out To The Headway”), así que posiblemente “Point Of Entry” pagó la novatada consecuente al cambio de costumbres y no acabó de reventar ni en sus viejos terrenos ni en los nuevos.


Además de esto, se pueden notar otras bazas que, quién sabe, pudieron también tener su peso en que el disco no se acabara de consolidar con el tiempo. Por ejemplo, el hecho de que el primer single y carta de presentación fuera “Don’t Go”, un tema hardrockero de buena factura y notable gancho pero de cariz bastante diferente y más accesible que lo que venían haciendo hasta entonces (de hecho es un tema “diferente” hasta dentro del conjunto del disco), pudo despistar a parte de la audiencia más que atraer a la nueva.

El que la portada de la edición europea fuera algo que nadie ha sabido entender y que ni ellos mismos han querido explicar (quizá sencillamente no se refiere a nada) también puede tener su parte de culpa, y aunque este argumento pueda parecer algo trasnochado adquiere mucha más trascendencia si nos acordamos de que se acabó por añadir a la caja original una etiqueta con la foto del grupo y su anagrama para que el público se diera cuenta de que se trataba de ellos y así ayudar en algo a las ventas.

Más allá de todo esto, y de las acertadas o no decisiones que rodearon a la presentación del álbum, lo cierto es que en lo musical no hay demasiadas razones para el desprecio. “Heading Out To The Headway” o, especialmente, “Hot Rockin”, podrían haber formado parte –e incluso haber destacado allí- del anterior y aclamado “British Steel”, “Desert Plains” o “Solar Angels” resultaron algunos de los medios tiempos más grandiosos que habían grabado y tuvieron gran éxito en directo (“Solar Angels” abrió todos los conciertos de esa gira, como se ha comentado, también más que exitosa) y algunas otras como “Turning Circles” o “On The Run” combinaban el sonido acerado y rocoso con un refrescante punto de accesibilidad y variedad, resultado temas de notorio gancho.
En conjunto, sí, resulta un disco de más peso hardrockero que los demás discos grandes de los 80s, pero aunque su nombre sea santo y seña del heavy metal, esta faceta es algo que siempre han mantenido intacta bajo su piel de cuero y tachas.
Y, desde luego, es también digna de atención.

martes, 26 de agosto de 2008

1988 - Bon Jovi - New Jersey


Puede que fuera su imagen, o puede que la suerte. Puede que fuera el carisma de su líder, sus enlacadas melenas, o su facilidad para crear himnos de éxito. Pero lo cierto es que Bon Jovi tenían algo que les hacía quedar siempre “mejor” ante el público que muchas otras bandas de su generación o estilo ya fueran de mayor o menor éxito, y aunque algunas demostraran más condiciones “musicales” que ellos mismos.
Es “algo” que sólo han tenido algunos grupos muy señalados en diversos momentos y estilos. Esa facilidad para conectar, para parecer “diferentes”, y que los ha hecho quedar por encima de otros en muy diferentes terrenos.
Es un “algo” que tuvieron los Metallica en su género, es algo que tuvieron Iron Maiden... y es un “algo” que Bon Jovi supo explotar como nadie en el mundo del hard rock más mediático de los 80s. Pero eso, o más bien el éxito derivado de ese algo, fue paradójicamente también la cruz donde fueron clavados por los que sólo necesitan ese éxito como excusa para rechazar a un grupo o a un disco.

Dejando de banda lo que se pueda haber torcido su carrera desde entonces, los “complejos de estrella” y demás factores, tanto los “externos” a la música como los posteriores a su gran momento de gloria, es evidente que Bon Jovi dejó algunos de los trabajos más rotundamente populares y contagiosos de la ya larga trayectoria del hard rock, y es a la vez notable que ya entonces, en ese mismo momento de gloria, Bon Jovi también eran acusados de ser la banda más “pastelosa”, más “moñas”, o más cualquier otro adjetivo por el estilo de entre los millares que puedan haber recibido. Cosas del éxito.

De éxito, eso sí, también habían tenido a raudales. Del bombazo del multiplatino internacional (más de 20 veces platino en todo el mundo) “Slippery When Wet”, disco número 1 del Billboard y con varios números 1 en las listas de singles, habían sacado el partido necesario para hacerse un nombre que asegurara expectación de por vida, y en sólo dos años más “New Jersey” vino a reafirmar su popular condición con otro exitazo similar: de nuevo más de 20 millones de copias vendidas, álbum número uno en ventas en USA, UK, Australia, Canadá, Japón, Brasil, más de media Europa y montones de sitios dispares más, y cinco singles entre el top 10 de las listas USA, dos de ellos llegando a número uno. Números como estos son tan imposibles de imaginar hoy día como irrepetibles en el panorama actual, pero hay que decir no obedecen a otra cosa sino al enorme potencial mediático de estos trabajos.

“New Jersey” tuvo cinco, pero es fácil ver potencialmente hasta ocho singles como para arrasar en medio mundo aún hoy día, siempre y cuando se volvieran a dar aunque sólo fuera mínimamente unas condiciones de promoción y aceptación del público y mercado actuales por el hard rock. “Lay Your Hands On Me”, “Bad Medicine”, “Born To Be My Baby”, “Living In Sin”, “Blood On Blood”, “Wild Is The Wind”, “Stick To Your Guns” o “I’ll Be There For You” tienen un calibre en ese sentido que ya les gustaría poder exhibir hoy día a los mismos Bon Jovi (aunque sus últimas propuestos ni parezcan querer ir por este camino) y volverían loca a gran parte de las nuevas generaciones que entonces no tenían edad de disfrutarlas y hoy no tienen la fortuna de poder encontrarse frente al rock duro con la facilidad con la que podíamos en los 80s.

El hecho de que un solo disco pudiera recoger a la vez tantos singles potenciales también tiene su explicación, a parte en el buen hacer de los que trabajaron en el álbum, en la intención que tuvieron para la creación de “New Jersey”, que no fue otra sino precisamente deshacerse de las comentadas críticas a su accesibilidad o banalidad. Y es que todo el equipo que se había encargado del éxito de Bon Jovi, incluyendo el importante aporte de Desmond Child en la composición, la participación de Bruce FairBairn en la producción y la experta mano de Bob Rock con las mezclas, se conjuró para crear un trabajo que apareciera como más maduro, hardrockero, variado y de mayor empaque.
De esta manera, llegaron a crear hasta 26 temas para lo que inicialmente iba a ser un disco dobe (algo impensable para una banda de rock radiable del momento que tuviera “sólo” esa aspiración, y sí muy relacionado con las clásicas obras de gigantes del rock más “serio” y siempre respetado como Rolling Stones o Led Zeppelin), que finalmente se fue seleccionando –por la poca pretensión de riesgo que tuvo su discográfica- hasta quedar en las 12 que mejor funcionaban y que acabaron componiendo el disco único.
Si bien de esta manera terminó por no mostrar toda la variedad y monumentalidad que se pudiera pretender, sí que se consiguió componer un listado impecable de temas que es probablemente el conjunto más sólido de la carrera de Bon Jovi. Las intenciones se pudieron seguir adivinando en un sonido algo más potente, en la inclusión de temas soliales a sus habituales letras “amorosas”, en la contundencia y complejidad de un “Homebound Train” o en la influencia de Bruce Springsteen de un “Blood On Blood”, por ejemplo.
Pero a pesar de la notable evolución y riqueza que había ganado desde el disco anterior, el éxito de sus singles principales acabó por colocarlo en el sentir popular “sencillamente” –que no es poco- como el sucesor de “Slippery When Wet”.

Una enormidad que no dejó a nadie indiferente y que se ha colocado en un puesto de honor a la hora de hablar sobre el hard rock de los 80s que, para más mito, no tardó en tomar cariz de despedida por los constantes rumores de separación de la banda –recordemos los discos en solitario que se prepararon tras “New Jersey”- y que se acabaron por tapar ante el público con el revuelo del “reestreno” del grupo unos años más tarde con “Keep The Faith”. Todo un acontecimiento que acaparó portadas y minutos de televisión incluso en España para regocijo de sus fans (por lo menos para los que no corrieron asustados al ver el cambio de imagen y, en parte, de propuesta que presentaban), pero que no deja de ser ya historia posterior. Volvamos a “New Jersey” entonces, que n disco como éste merece por lo menos que se preste atención tema a tema:

1. "Lay Your Hands on Me" (Jon Bon Jovi/Sambora) – 6:00
Una entrada de las que saben crear expectativas progresivamente para un tema de hard rock melódico, hímnico y contundente que es hoy día uno de los más conocidos del trabajo e infaltable clásico de su repertorio. Cuarto single del trabajo, número 7 del Billboard. Aquí lo tenemos:


2. "Bad Medicine" (Jon Bon Jovi/Child/Sambora) – 5:16
Otro single claro –en este caso el primero del disco, además de número 1 del Billboard- en forma de otro medio tiempo, algo más dinámico y de menor tradición clásica y rockera que el anterior, pero con atractivo punto nuevo (para entonces, claro) acompañando a un riff y un estribillo de lo más pegadizo.

3. "Born to Be My Baby" (Jon Bon Jovi/Child/Sambora) – 4:40
Más gancho en cantidades industriales con “Born To Be My Baby”, segundo single de “New Jersey” y número 3 de las listas de éxitos, y un tema en la estela de anteriores clásicos como “Runnaway”. Rápido para el conjunto del disco, potente pero muy accesible y de estribillo coreable.

4. "Living in Sin" (Jon Bon Jovi) – 4:39
Más singles, ahora el quinto y de nuevo de fuerte pegada en las listas (número 9), con un corte a medio camino entre el medio tiempo y la balada de contenido social, con aires de himno de su época (ritmos y riffs muy claros y marcados, majestuoso estribillo, teclados ambientales de lo más 80s...) y una excelente interpretación a las voces por parte de Jon Bon Jovi, que se muestra aquí, como en la mayoría del disco, en un momento espectacular luciendo sus registros más aguerridos.

5. "Blood on Blood" (Jon Bon Jovi/Child/Sambora) – 6:16
Salimos del terreno de los singles (aunque “Blood On Blood” pudiera perfectamente haberlo sido por entidad y gancho) para adentrarnos en el rock más maduro heredero de Bruce Springsteen. Un corte de nuevo dinámico que pone una nota variada y muy interesante a lo que el disco es hasta el momento.

6. "Homebound Train" (Jon Bon Jovi/Sambora) – 5:10
Más variedad pone “Homebound Train”, incorporando estructuras más complejas y un sonido de lo más potente y afilado en “New Jersey”.

7. "Wild Is the Wind" (Jon Bon Jovi/Child/Sambora/Warren) – 5:08
Volvemos a los temas de clara orientación radiable con otro medio tiempo de soberbio y emotivo estribillo que con su fuera alterna a los pasajes lentos y baladeros.

8. "Ride Cowboy Ride" (Jon Bon Jovi/Sambora, credited to Captain Kidd/King Of Swing) – 1:25
Una especie de interludio acústico para dar rienda suelta a las tendencias country y folk a lo película del Oeste de Jon Bon Jovi, que sin más sirve de entrada “Stick To Your Guns”.

9. "Stick to Your Guns" (Jon Bon Jovi/Knight/Sambora) – 4:45
Todo un temazo a medio tiempo de melodías cercanas a la balada y quizá menor inmediatez que algunos de los singles claros del disco, pero de excelente recuerdo para el que se ha parado a escucharlo más con el tiempo.

10. "I'll Be There for You" (Jon Bon Jovi/Sambora) – 5:46
Y llega el turno para la balada más clara del disco, tercer single de “New Jersey” y rotundo éxito con un número 1 en el Billboard. Grandes melodías muy orientadas a la radio y a la vez sonido potente y aguerrida interpretación con ese gusto de las buenas baladas “heavys”. Para muchos “su gran” balada –lo que en la carrera de Bon Jovi es decir mucho-, y otro tema seña de su repertorio que en cuanto a intensidad parece empezar a ir cerrando el disco.

11. "99 in the Shade" (Jon Bon Jovi/Sambora) – 4:29
Y esto es porque le sigue “99 In The Shade” relajando el tono con un rock’n roll desenfadado, entretenido, macarra y casi relajante.

12. "Love for Sale" (Jon Bon Jovi/Sambora) – 3:58
Y por último, “Love For Sale” pone punto y final de manera acústica y de nuevo distendida. Otro contrapunto más para añadir matices a un disco que, efectivamente, tiene un objetivo mediático claro, pero que lo aborda de una manera absolutamente efectiva y contagiosa.
Si aceptamos que "comercial" no es ni mucho menos sinónimo de "malo", y queremos escucharlo sin prejuicios, por supuesto.

jueves, 21 de agosto de 2008

1996 - Metallica - Load


Ya han salido algunos casos claros: “Born Again”, “Flick Of The Switch” o “Presence” pueden ser algunos de esos discos de bandas grandes históricamente maltratados y pocas veces recuperados. Pero si hay un disco que haya recibido “palos” por doquier una y otra vez desde su publicación –algo, por supuesto, reservado sólo a esas “bandas grandes”- ése es “Load”.
Puestos a medir por este criterio, es tan difícil superarlo que puede que sólo lo hayan conseguido superar los mismos Metallica, visto el aluvión de críticas negativas que todavía hoy sigue recibiendo “St. Anger”. Para colmo y a diferencia de éste, “Load” ya tiene los suficientes años de trayectoria como para que una parte importante de las nuevas generaciones de metaleros -que en 1996 no estaba entre los “consumidores”- haya aceptado la crítica que les venía dada y lo juzgue sin haberlo llegado a escuchar, al menos con atención o más de un par de veces.
De entre los que lo esperaban impacientes ya cuando salió al mercado, sin embargo, hay quienes lo rechazaron y han acabado por olvidarlo en el tiempo, y quienes habiéndolo rechazado al principio han ido reconociendo otros valores con los años y las escuchas, entre otras muchas combinaciones. Lo que pasará con “St. Anger” ya lo veremos.

El caso de “Load” es, sin embargo, diferente a casi todo. Para empezar, estamos hablando de que este trabajo, uno de los discos más “malditos” y desdeñados de la historia del rock duro, fue, ni más ni menos que número 1 del Billboard de álbums, colocó dos singles también como números 1 (“Until It Sleeps” y “Hero Of The Day”) y otros dos entre los 10 primeros de las listas (“Bleeding Me” y “King Nothing”).
Dado que estas dos posiciones (enfurecida crítica y éxito de ventas) casan muy difícilmente, se ha de recurrir al tan habitual argumento del “cambio de público” para justificar el hecho. Dicho de otra manera, y siempre en parte, el público de “Load” no fue el mismo que el de trabajos anteriores sino uno más masivo, y el público “anterior” fue la masa para esa crítica que no soportó el cambio.

Y como un cambio de público suele ser el acompañamiento de uno de estilo, o al menos de enfoque comercial –no nos engañemos, haya cambio de estilo o no, el éxito ante el gran público de una banda ya reconocida por uno especializado suele traer el rechazo de este último-, hay que acudir a lo que realmente está en el centro de todo: ¿cómo sonó “Load”?

Lo primero es la evidencia: diferente a como venía sonando Metallica hasta antes de su disco homónimo, e incluso diferente y más allá de cómo sonó éste. Si el mero hecho de la diferencia y el cambio ya conlleva siempre críticas y decepciones, en un público tan “especializado” como lo es el del mundo del Metal era lógico que creara polémica la inclusión de elementos e influencias más acordes con las propuestas más mediáticas del momento.
Aún así, hay que aclarar una cosa que no pocas veces se ha confundido: “Load” no es para nada un disco fácil y accesible. En todo caso, algunos temas (especialmente los dos singles nº 1 y alguno que otro más) presentan melodías más accesibles, entre otros planteamientos. Pero en conjunto, no es descabellado decir que el disco homónimo e incluso algunos otros anteriores son trabajos más inmediatos y llegadores (aunque estos últimos no ante un público tan mayoritario) que “Load”.
La mayor complejidad con la que interaccionan los instrumentos, la también mayor de los arreglos o de la producción en general, o el más amplio abanico de influencias son algunos signos de la mayor dificultad del disco, que sin embargo puede ser acusado con más razón de cambiar frescura y energía por un carácter más pensado –algunos dirían “maduro”- y trabajado.
Ya tenemos donde agarrarnos para explicar todo el revuelo: un disco difícil y a la vez más metido en sonidos más cercanos al gran público. ¿Cuáles eran estos sonidos?

En “Load” se evidencian influencias tan diversas como las de aquel nuevo rock hoy llamado “alternativo” de la época (el que sucedió al primer grunge), el rock’n roll y folk rock de fuertes raíces americanas, y el rock duro orientado al blues (y mucho blues) con las más añejas referencias en la historia del género. Algo de “nuevo”, algo de “viejo”, y por detrás, esa personalidad -no del todo apagada- más metalera que tras una trayectoria como la que tenían era imposible encerrar completamente.
El si es o no posible lograr que una mezcla como ésta llegue a buen puerto dependerá del que lo escuche. Por lo menos, Bob Rock se encargó de que sonara con mucho empaque y riqueza de matices, y seguramente lo consiguió (con lo que podemos suponer un gran esfuerzo y mucha convicción, compartida por la banda, en la apuesta fuerte por este nuevo aire) en mayor grado que en el siguiente “ReLoad” que, por otra parte, y por mucho que esté formado por temas que se compusieron en la misma época, puede que quedara condenado (o salvado, según se vea) por los cortes que no encajaran tanto esa apuesta, quizá algunos de los más fáciles, ligeros, menos blueseros o diversos, y a un conjunto quizá menos coherente o trabajado desde el plano de la producción que éste.

Así las cosas, podría decirse que, pudiendo gustar o no (algo con lo que poco se puede hacer más que a nivel personal y que, por supuesto, nada tiene de malo ni en una postura ni en otra), pero valorado dejando de banda los prejuicios, “Load” fue un buen disco, ateniéndose a los estándares de calidad en los que se movía Metallica o el panorama rockero de la época. Si tampoco ha acabado considerado como un grande en esos otros terrenos (salgamos del Metal, entonces) puede que se deba a las diferencias antes comentadas o, esto parece tener más peso, a dos características puede que algo subjetivas pero influyentes y muy ligadas entre sí.

La primera es la “irregularidad”, entendida no como la diferencia de calidad entre los temas sino como la suma variedad y diferencia de “efectividad”, efectismo, o como se le quiera llamar, que va adquiriendo con el minutaje; y la segunda, el quizá no muy acertado orden en el que se presentan los temas, que colocándose casi en dos bloques diferenciados (un primero donde los temas son más intensos, inmediatos, más potentes, y un segundo más experimental aunque quizá menos desarrollado) acaba por dar la impresión de que sobra “relleno”, no haciendo sino acentuar la impresión de la primera.
Más específicamente, hay otros aspectos de ese orden que no dejan de extrañar en un trabajo que se quiera presentar como tal, y no como sólo un contenedor de algunos temas estrella o casi como un recopilatorio: los dos singles más claros están casi juntos, se juntan también algunas de las canciones de tempo más lento, el tema más largo aparece al final y después de la parte “más difícil”...

Con esto, puede que, disponiendo del mismo material, el disco hubiera funcionado mejor si se hubieran conformado con un track list más corto, aunque fuera menos ambicioso, y quizá con otro orden. Por ejemplo, ¿no sería mucho más digerible, sin dejar de mostrar los valores pretendidos, un “Load” con sólo 10 temas más homogéneos, dejando fuera "Poor Twisted Me", "Ronnie", "Cure" y "Mama Said"?

Podemos buscar muchas otras combinaciones más cortas que la original y que mantengan el interés durante todo el disco, siempre sin añadir un ápice a unas grabaciones y unas composiciones bien hechas. Personalmente, creo que un disco como el del ejemplo bien pasaría por uno de los más grandes del hard/heavy rock de los 90s.
Nada que hacer si estamos buscando thrash, agresividad o guitarras afiladas, claro, pero tampoco caigamos en esas ideas tan reduccionistas por las que si algo trabaja un determinado estilo ya no (o sí) merece la pena. Con un poco de paciencia y nada de opiniones prefijadas, las cosas se ven de otra manera.

sábado, 16 de agosto de 2008

1989 - Alice Cooper - Trash

Mucho se ha hablado en esta sección de clásicos de ese hard rock (el más clásico, el creado en –o de influencia de los- 70s) que tantas joyas ha dado, a veces confrontándolo con el más mediático de la década de los 80s. De la misma manera, mucho se han destacado las connotaciones más personales y de influencia dispar (blues, folk, funk, heavy...) de determinadas bandas de hard rock de los 80s para separarlas o diferenciarlas del grueso del hard rock hecho para el público mayoritario en esa época.

Por supuesto, esto no implica que ese hard rock, el que arrasó los medios en los años de la laca y los cardados, tenga de por sí un déficit respecto a estos otros, sino que, como en cualquier género y época, lo que triunfa se masifica, y lo hace amarrándose a los clichés más evidentes para conseguir un producto rápido, fácil y de notorio éxito. Claro, el hard rock no escapó a esta máxima.

Pero que es posible hacer un trabajo “para el público masivo”, comercial, radiable, o como se quiera definir, y obtener un resultado de innegable calidad, esfuerzo y atractivo (tanto para ese publico masivo como para el que prefiera, por ejemplo, lo más clásico) lo demostró, entre otros, Alice Cooper dándole media vuelta a como venía sonando últimamente y a como lo había hecho en cualquier otro punto de su carrera para lanzarse a estos sonidos en rescate de sus ventas y popularidad con la publicación el archiconocido “Trash”.

¿Cómo se lo montó Alice para que después de publicar los dos discos más heavys de su carrera arrasara con el más mediático? Pues para empezar fijándose en como estaba el mercado y dándose cuenta de que la primera clave era un productor implicado en los bombazos del momento. Quién mejor que Desmond Child. Y qué mejor que conseguir implicar tanto a éste como para que coescribiera la mayoría de temas del disco.
Para darle mayor aliciente a los consumidores metidos en el lío, nombres conocidos como invitados especiales: John Bon Jovi, Steven Tyler, Joan Jett, Kip Winger, Joe Perry, Michael Anthony, Richie Sambora...

Por si los nombres de los artistas invitados fueran poco, no se escatimó en medios, estudios y músicos. “Trash” pasó por los Power Station, Sigma Sound, Mediasound y Bearsville Studios en Nueva York, además de por otros cuatro repartidos entre Boston y Los Angeles. De que sonara perfectamente a los instrumentos se encargaron Hugh McDonald y Bobby Chouinard en bajo y batería respectivamente, John McCurry a la guitarra y Alan St John con los teclados.

Para colmo, ni uno solo de estos músicos salió de gira con Alice Cooper, si no que éste buscó todavía mayores reclamos para el directo. Tommy Carradona al bajo, Johnattan Mover y Eric Singer como baterías para el tour europeo y el de U.S.A./Australia respectivamente, Derek Sherinian a los teclados y Al Pitrelli a la guitarra, ya que finalmente no pudo contar con el pretendido Steve Vai por compromisos adquiridos anteriormente con Whitesnake y Al fue el recomendado del propio Vai para tapar su falta.

Puestos a renovarse, vamos a hacerlo a lo grande, debió pensar Alice. Y con tanto preparativo, tanto medio y tanto fichaje, el resultado sólo podía ser uno. Un exitazo que guarda la esencia de su año y retrae al oyente a los finales de los 80s con una fuerza que puede hacer brotar esa sonrisa de nostalgia a los que por entonces lo disfrutaran con la fiesta propia de la adolescencia o de la juventud. Vayámonos entonces hasta 1989 para escucharlo tema por tema:

1. "Poison" (Alice Cooper, Desmond Child, John McCurry) – 4:29
Primer single y primer bombazo. Número 7 del Billboard USA, 2 en UK y un tema que si ya en España sonó hasta entrar en la cabeza de los pocos asiduos al rock duro, debió ser una auténtica sensación en otros lugares de mayor tradición rockera. A estas alturas ya forma parte de la banda sonora de los últimos 80s en el imaginario colectivo. ¿Cuántos recuerdan este video?


2. "Spark in the Dark" (Cooper, Child) – 3:52
Si “Poison” es fiesta, “Spark In The Dark” lo es, como mínimo, tanto como aquella. Otro claro single potencial en la más clara tradición de su época. Eso sí, con la marca personal de esa famosa voz rota, rasgada y casi malvada –una constante en todo el disco- que pone el punto diferente a lo que se estilaba en el momento.

3. "House of Fire" (Cooper, Child, Joan Jett) – 3:47
Segundo single del trabajo, tercer corte y tercer bombazo festivo, coreable y de marcado estribillo.


4. "Why Trust You" (Cooper, Child) – 3:12
Sin tan clara orientación mediática aunque sí gancho, un tema potente y algo más duro que la tónica del disco para la dupla Cooper & Child.

5. "Only My Heart Talkin'" (Cooper, Bruce Roberts, Andy Goldmark) – 4:47
El tercer single del disco, cómo no, es una bonita balada de radiofórmula (es lo que faltaba tras la fiesta) para competir con Bon Jovi y demás asiduos de los ránkings de éxitos. Con ese tono tan propio de la radio americana de esos años y unas melodías muy conseguidas.


6. "Bed of Nails" (Cooper, Child, Diane Warren) – 4:20
Más melodías contagiosas ahora en forma de tema más afilado.


7. "This Maniac's in Love With You" (Cooper, Child, Bob Held, Tom Teeley) – 3:48
Puede que el sonido de este tema haya envejecido peor que el resto del disco, o al menos eso debe parecer a quien no esté muy acostumbrado a la música popular de la época. Un corte diferente al resto, con ese punto accesible y funky ya casi desfasado que le da un aire tan divertido. No deja de ser un añadido a la variedad del disco.

8. "Trash" (Cooper, Child, Mark Frazier, Jamie Sever) – 4:01
Y otro de los cortes más “diferentes” con un medio tiempo más oscuro y aguerrido que da nombre al disco.

9. "Hell is Living Without You" (Cooper, Child, Jon Bon Jovi, Richie Sambora) – 4:11
Si “Only My Heart Talkin” era la expresión de la clásica balada hardrockera de la radio de entonces, “Hell Is Living Without You” lo es de la balada heavy intensa. Genial ambiente ayudado por unos arreglos que poco tienen que ver en conseguidos –según el criterio actual- con los de “This Maniac...” y un estribillo de lo más emotivo. Un sobervio clásico, todo un referente en los temas “de mechero” de su género.


10. "I'm Your Gun" (Cooper, Child, McCurry) – 3:47
Para cerrar, el tema más afilado, rápido y sucio. Pero cómo no, con dosis extra de gancho para el público. Como es sabido, ese idilio popular con estos sonidos no duró muchos años más, pero está claro que Alice Cooper (especialmente con éste y también en parte con su siguiente disco) supo sacarle tajada. Nunca es tarde para volver a viejos sonidos o explorar otros y tras esos años lo supo volver a hacer, pero está claro hay trenes que pasan sólo en un momento concreto. Tanto como que el excéntrico Vincent lo cogió al vuelo y bien fuerte.

jueves, 14 de agosto de 2008

2008 - From The Inside - Visions


El lado más melódico del hard rock y el AOR vuelven a estar de enhorabuena con el segundo disco de From The Inside, que da continuidad a ese proyecto que comenzó hace ya unos años y que encabeza uno de los tipos con mayor clase de los que el rock y metal melódicos hayan dado nunca: Danny Vaughn.

Que Frontiers es un sello que se ha hecho nombre a base de calidad es a estas alturas indudable, y lo que ha montado el Sr. Perugino -el mismísimo "presi" de la discográfica- alrededor del que fuera vocalista de bandas tan identificadas con el buen hacer en estos terrenos como Waysted o Tyketto lo vuelve a poner de relieve.

¿Cómo esta vez? Pues misma fórmula que en el debut e igualmente gran resultado. Un listado de temas trabajados por todo un equipo de expertos en la materia y pulidos hasta el máximo, muchas buenas melodías y la elegancia de la voz del señor Vaughn dominándolo todo.

Que los amantes del AOR se feliciten ante este buen momento que está volviendo a vivir el género. Los discos de Brother Firetribe o Work Of Art en este mismo año lo confirman, y la carrera ya consolidada de Pride Of Lions da a la situación el empaque que hace falta para separarla de un arranque puntual. Si se sigue apostando por From The Inside como hasta ahora y se estabiliza un ritmo de lanzamientos, el suyo puede ser el nombre brillante que ejerza de punta de lanza.

De momento y si lo nuestro es la melodía, disfrutemos con "Visions".

lunes, 11 de agosto de 2008

1983 - Y & T - Mean Streak


De que el hard rock ha dado en todos sus años tanto grandes voces como excelentes guitarristas no hay ninguna duda. Muchos son los ejemplos. Pero si nos paramos a pensar en una figura que se pueda contar tanto en uno como en otro bando –a la vez en el de los mejores vocalistas del género y en el de los guitarras más destacados- el cerco se nos cierra bastante. Si hay un nombre que destaca fácilmente, ése es el de David Meniketti.

Probablemente, tanto el del Sr. Meniketti como el de sus Y&T (inicialmente, mediados los 70s, Yesterday & Today) sean hoy dos de los nombres más injustamente olvidados e infravalorados de la historia hardrockera, pero hubo un tiempo en el que apuntaban a ser la nueva sensación de ese hard clásico americano con tintes de heavy primerizo que tan de moda pusieron en los últimos 70s Van Halen, compitiendo incluso con aquellos en esos años y en los primeros 80s.

En ese tiempo, Meniketti era una de las figuras del panorama en los USA y era reclutado para todo tipo de eventos y proyectos en los que se requisiera ese perfil rockero (recordemos por ejemplo su papel destacado en el célebre Hear ‘N Aid que organizó Dio en 1985, o aquel “Summertime Girls” que tanto sonó en la serie de la época “Baywatch”), llegando a su máximo apogeo precisamente en esos años centrales de la década con sus mejores ventas.

Hay que decir, eso sí, que ni siquiera entonces llegaron a ser considerados justamente si los comparamos con el éxito de otros grupos de entonces y, sobre todo, si consideramos el auténtico potencial que tenían. Para colmo, a finales de década ya era más que evidente el dominio de la hornada ochentera de hard rock más mediático, y ahí ya quizá el corte clásico de Meniketti y sus chicos pudo –o no quiso- adaptarse y competir. Desde entonces, su separación en los 90 (a pesar de la reunión) no ha hecho más que contribuir a enterrar a Y&T en el más lejano olvido popular, rescatándose siempre por los amantes de la vertiente clásica del hard rock como una de las formaciones con más clase y personalidad de su género y como los indiscutibles clásicos que son.

La Les Paul de Meniketti sonando melódica, rockera, a veces doblada y mágica, en esas composiciones que respiran tanta elegancia como la dura autenticidad del rock pesado más clásico y arraigado de los USA, y esa voz aguerrida y profunda que le caracterizó fueron sus señas de identidad.
Los medios tiempos de aire melódico y gancho tan añejo como apartado del más efectista que dominó la última parte de los 80s, salpicados por algunos contados cañonazos del más tradicional heavy metal y algunos otros momentos para la balada, su constante en su gran momento.
Y, probablemente, el disco central de ese momento (además de uno de sus discos de sonido más potente y heavy), “Mean Streak”.

Un trabajo que, si bien no fue su máximo logro comercial –los inmediatamente posteriores “In Rock We Trust” y “Down For The Count” pueden tener en eso mayor honor-, sí que supone una clara muestra de su más álgida inspiración, uniendo la mayor consistencia de sonido y producción de estos trabajos de madurez con la frescura de discos anteriores como “Earthshaker” o “Black Tiger”. Quinto disco de estudio ya de Y&T, supuso un esfuerzo que vale la pena conocer.
Hagámoslo tema por tema.


1. "Mean Streak"
Presentación con uno de los cortes más heavys del disco. Un trallazo que podemos escuchar aquí:


2. "Straight Thru The Heart"
Segundo tema y ya se empiezan a vislumbrar los muchos y diferentes registros que manejaban los Y&T, a la vez manteniendo siempre un estilo muy reconocible. Para notar también el estupendo trabajo tanto instrumental como de la voz que se va haciendo patente en cada nuevo corte.

3. "Lonely Side Of Town"
Uno de los más espectaculares cortes de un disco en el que todos los temas tienen su propia personalidad y encanto. Esta vez un emotivo medio tiempo de magníficas líneas vocales y contagioso estribillo.

4. "Midnight In Tokyo"
Y más espectacularidad con el sentido y casi baladero aunque potente y con algunos arranques puramente heavy metal “Midnight In Tokyo”, otro medio tiempo de muy afortunada composición y estribillo para recordar. Merece la pena empezar a escucharla con este video en directo:


5. "Breaking Away"
Pasar dos temas como los anteriores, potenciales singles, y seguir manteniendo el tono sin que asome ningún atisbo de irregularidad o de bajada de ritmo es algo que este disco tiene más que superado, y que por otra parte nos hace recordar que aquellos trabajos de ocho o nueve temas bien pensados podían llenar mucho más que la habitual profusión en relleno de la actualidad.

6. "Hang 'Em High"
Sube el tempo y vuelve la dureza heavy del comienzo con el tema homónimo.

7. "Take You To The Limit"
Y seguimos con gancho hardrockero de alta escuela.

8. "Sentimental Fool"
Toda la belleza de aquel viejo hard rock de guitarras melódicas y dobladas para “Sentimental Fool”.

9. "Down And Dirty"
Y un cierre enraizado en el rock de tradición más añeja y bluesy para dejar una immejorable impresión del trabajo.

sábado, 9 de agosto de 2008

1986 - Dave Lee Roth - Eat'em And Smile


Pocas veces el título de un disco deja tan claras las intenciones. Mucho se había hablado de la deriva de Dave Lee Roth desde su salida de Van Halen, y poco bueno. Viendo en lo se vino mezclando desde entonces, pocos esperaban algo más que un disco para la radio y el adinerado estrellato, un trabajo para llamar la atención de los medios, un show. Algunos puede que así lo desearan. Para muchos, los primeros en esa opinión no eran otros que los propios Van Halen. Pero con “Eat’em And Smile” todos tuvieron que tragarse (“y sonreir”) un discazo que hoy muchos considerarían de lo mejor de Van Halen desde su primer álbum. Si lo hubiera firmado la banda de Eddie, claro.

Y es que lejos de volverse hacia los sonidos más sencillos y radiables, “Diamond” Dave tuvo el ojo suficiente para rodearse de lo mejorcito del emergente panorama del momento –algo que se demuestra con sólo reseñar los nombres de Billy Sheehan y Steve Vai, actualmente considerados algunos de los mayores virtuosos con sus intrumentos- y se soltó un disco de puro Hard Rock clásico, rudo y aguerrido en una escuela similar a los primeros trabajos de sus excompañeros. Para colmo, y de paso, consiguió ese predicho éxito comercial.

Impecable en cuanto a repertorio, el disco además contó con el atractivo de la que puede ser una de las más impresionantes exhibiciones de guitarra en un disco de rock duro de la mano del citado Steve Vai. Tras acunarse en la banda de Frank Zappa y pasar por los Alcatraz de Graham Bonnet sustituyendo a Ynqwe Malmsteen, un exitazo así era lo que Vai necesitaba para coronarse como el guitar-hero del momento. Se puede suponer que con las perspectivas de ventas de alguien del carisma de Dave Lee Roth él mismo lo sabía, así que el tipo se lució. Y de qué manera. Tras algo así, en seguida tuvo el reconocimiento suficiente para poder comenzar en breve una carrera en solitario, y por el camino rescatar del anonimato popular -con su mención en cada una de las innumerables entrevistas que se le hicieron- a su maestro, Joe Satriani, y así ayudarle a triunfar poco después con aquel “Surfing With The Alien”.

Sin abandonar a Vai, precisamente con la ya casi mítica exhibición guitarrera del comienzo de “Yankee Rose” comienza el repaso a este tan diverso en registros como interesante track list:

1. "Yankee Rose" (Roth/Vai) – 3:47
Apertura con un diálogo entre Dave Lee Roth y la guitarra de Vai que es ya uno de los momentos estrella del hard rock de los 80 para un tema un tema fuerte y rockero que luce para empezar un estupendo gancho. Cuarto single del álbum y número 10 en el Billboard, presentado con un video con intro de lo más delirante.



2. "Shyboy" (Sheehan, arr. Roth) – 3:23
Compuesta por Sheehan para su anterior formación, Talas, y reformada por Dave Lee Roth para la ocasión, un tema rápido para mantener la potente marcha del disco.

3. "I'm Easy" (Field/Price) – 2:11
Otro tema recuperado, esta vez en forma de corte desenfadado en la tradición de temas de Van Halen como aquel “Ice Cream Man”, en los que tan bien sabe lucir Roth con su voz canalla y actitud chulesca.

4. "Ladies' Nite In Buffalo?" (Roth/Vai) – 4:08
Se sigue consolidando la pareja compositiva Roth/Vai como todo un hallazgo con el devenir del disco, que si bien alterna versiones de registros diversos que encajan con facilidad y dan luz al conjunto, se muestra absolutamente sólido y fuerte cuando firman estos dos gigantes.

5. "Goin' Crazy!" (Roth/Vai) – 3:11
Una muestra más de ello. Mucho carácter al más puro estilo “Diamond” Dave. Primer single del disco (número 12 en el "Mainstream Rock Tracks") y otro de esos video clips que nos recuerdan lo habitual que era entonces poner introducciones cachondas de película de serie B a los clips musicales.



6. "Tobacco Road" (John D. Loudermilk) – 2:27
Otra versión, de nuevo destacándose la manera en que Roth se apropia del tema a base de toneladas de actitud aguerrida y vacilona, y de nuevo también de tan impecable como potente interpretación. Tercer single (número 10 en listas americanas).

7. "Elephant Gun" (Roth/Vai) – 2:23
Un nuevo tema que podría verse como sucesor de los primeros Van Halen más afilados, aquí con exhibición conjunta de la guitarra de Vai y el bajo de Sheehan para quitar el hipo.

8. "Big Trouble" (Roth/Vai) – 3:56
Más creaciones de una pareja que de seguir con carrera adelante –algo impensable con dos talentos tan desbocados y condenados a tener sus propias trayectorias y que sólo pudo ser en el siguitente "Skyscraper" de 1988- podía haber marcado una época. “Big Trouble”...

9. "Bump And Grind" (Roth/Vai) – 2:32
Y “Bump And Grind” son las últimas muestras, con un excelente sonido que es otro de los puntos fuertes del álbum.

10. "That's Life" (Kay/Gordon) – 2:29
Y cierre glamouroso y exquisito con otro punto de variedad y un tema a lo big band propio de un musical de los años de gloria Hollywood, apoyado en los arreglos de viento y en una magistral interpretación de toda la banda. Segundo single del trabajo y un final digno del carisma de Roth para uno de los discos de su década y estilo.

Sea dicho, para acabar, que el bombazo fue tal (disco número 4 del Billboard americano de discos) que se quiso expandir a todo el mundo reeditándolo en otros idiomas. De aquí salió una impagable versión en castellano que en vista de los jocosos resultados pudo quitarle las ganas de repetir experiencia al bueno de Dave. Si “Eat’em And Smile” no debe perdérselo ningún seguidor del buen hard rock, su versión castellana queda, además de cómo una de las mayores curiosidades del género, como una efectiva terapia de risa. Escuchar al señor Roth intentando cantar en español no tiene precio. Volviendo al disco original y como gran obra musical, “Eat’em and Smile”, tampoco.

jueves, 7 de agosto de 2008

1984 - Queensrÿche - The Warning


Términos como “ópera rock”, “disco conceptual”, o -el más genérico para el metal- “progresivo” están tan arraigados en el panorama metal actual, que hace falta hacer memoria para darnos cuenta de que, si bien estuvieron a la orden del día en los gloriosos 70s en el terreno del rock, estos fueron casi olvidados durante años y años hasta que el campo estuvo lo suficientemente abonado para el nuevo boom, ahora metálico, una vez entrados los 90s. Y si hay que señalar un nombre entre esos “abonadores”, ése es el de Queensrÿche, sinónimo hoy de buen gusto y estandarte del heavy metal de mayor influencia progresiva (o para el progresivo) durante los 80s.

Lo de influencia “para el progresivo” es algo necesario de aclarar para quienes entiendan como “metal progresivo” las habituales y extensas exhibiciones técnicas de nuestros grupos contemporáneos. Lo de Queensrÿche fue básicamente en los 80s heavy metal. En la tradición más clásica y “Priestish”, si se quiere, pero –por contra- llevado, además de hacia un mayor gusto melódico, a algo tan limpio y pulido que impresionaba por su especial personalidad. Este tratamiento, también en las letras, los llevó en 1988 a publicar uno de los más conseguidos trabajos (su “Operation: Mindcrime”) en cuanto a concepto, desarrollando una historia de una manera tan maravillosa como sólo a “elegidos” como Pink Floyd se les ha reconocido.

Pero para entonces, Queensrÿche tenía ya una importante historia, y su primer gran capítulo es “The Warning”. Pero antes, el prólogo.
Fundados a principios de la década de los 80 por el guitarrista Michael Wilton y el baterista Scott Rockenfield –que eran miembros de una banda llamada “CrossFire”, cambiaron su nombre a “The Mob” tras la entrada de Chris DeGarmo y el bajista Eddie Jackson. El puesto de cantante fue de manera inestable para un tipo habitual de los clubs musicales que se resistía a trabajar de manera fija para una banda de heavy metal.

Quién le iba a decir a ese tipo, Geoff Tate, que se convertiría en una de las más respetadas e influyentes voces del género.
Una demo en 1981 llamó lo suficiente la atención para reclutar management de garantías, y a propuesta de éste, un tema de la demo “Queen Of The Reich”, sirvió para rebautizar el grupo de una manera más llamativa. Para 1983 algunos de esos mismos temas estaban lo suficientemente trabajados y aceptados por la crítica del underground como para publicarse con cierto éxito en forma de EP oficial. Sólo ante estas expectativas, Tate se convenció lo suficiente para aceptar su puesto de forma definitiva.

Y no era para menos. En vista de sus posibilidades, para la creación de su primer largo ya contaban con la ayuda del productor James Guthrie, quien había trabajado con gigantes como los citados Pink Floyd o Judas Priest. Publicado en 1984, “The Warning” respondía sin alardes en el aspecto comercial (un meritorio puesto 61 en el Billboard para un disco debut y un single, "Take Hold of the Flame", triunfando en ya en Japón) y con todas las garantías en el aspecto musical. Más “tocado” por el ambiente del rock progresivo que el primer EP pero eminentemente heavy, en los dos aspectos más si cabe que su siguiente disco, lucía un sonido y un empaque extraños para un primer disco.

De atractiva composición e impecable interpretación, destacándose el trabajo de Geoff Tate en esos registros limpios y agudos infinitamente imitados, que puede que no superados, por otras grandes voces del metal (con el evidente ejemplo de Michael Kiske, que casi clavó hasta el timbre), ha sido y es todo un disco de referencia –algo que se multiplicó en el todavía más famoso aunque más difícil “Operation: Mindcrime”- para formaciones de metal melódico y progresivo desde finales de los 80s. Repasémoslo brevemente:

1. "Warning" (Geoff Tate, Michael Wilton) – 4:46
Segundo (y último) single del disco y tema homónimo para una apertura a medio tiempo de bonitas melodías vocales en registros siempre agudos –como casi todo el disco- y un estribillo tan secillo como hímnico.

2. "En Force" (Chris DeGarmo) – 5:16
Más dinámico y cercano al heavy metal clásico de punto épico –en gran momento en ese año en los USA- es “En Force”, aunque igualmente limpio y de buen tratamiento instrumental.

3. "Deliverance" (Wilton) – 3:21
Y todavía más afilado, “Deliverance” asalta con riffs de la escuela Judas Priest (incluyamos cierto parecido a Maiden en esta misma rama) para dejar clara la convicción por el heavy metal de los primeros años del grupo.

4. "No Sanctuary" (DeGarmo, Tate) – 6:05
Una parada en el camino con un tema lento y ambiental de gusto baladero, aunque sin abandonar la tradición heavy metal clásica de Priest o Maiden.

5. "NM 156" (DeGarmo, Tate, Wilton) – 4:38
Y tras el respiro, nuevo asalto guitarrero en un tema que destaca especialmente por el atractivo y dinamismo de las líneas vocales.

6. "Take Hold of the Flame" (DeGarmo, Tate) – 4:57
El primer single del álbum, un tema que tras una entrada lenta se presenta como un medio tiempo con cierto gusto progresivo e importante gancho.



7. "Before the Storm" (Tate, Wilton) – 5:13
Más melodía para “Before The Storm”, en otro de esos temas que los amantes de los Helloween de Michael Kiske deberían repasar para comprender las raíces de ese grupo alemán.

8. "Child of Fire" (Tate, Wilton) – 4:34
En los mismos registros, y con otro estribillo coreable, “Child Of Fire” se adorna en un interludio central lento desembocado en un bonito solo de guitarra.

9. "Roads to Madness" (DeGarmo, Tate, Wilton) – 9:40
Y cierre con otro corte de punto épico que acaba por afirmar la regularidad y solidez de todo un conjunto que, partiendo de influencias claras consigue sin embargo definir un sonido propio, que con tiempo y los discos se convertiría en todo un estamento del mundo del rock duro y el metal.