jueves, 30 de septiembre de 2010

2010 - Halford - Made Of Metal

Parecía que Halford poco tenía que dar ya a su grupo homónimo una vez vuelto a centrar en Judas Priest, sí. Y por poco más que reediciones y directos se podía apostar después de que el largamente esperado nuevo trabajo del grupo fuera el disco "navideño" de hace pocas fechas.
Pero quedaba la duda de si aquello era realmente todo el material que se decía tenía acumulado para su propio proyecto, y por fin hemos visto que no.

De hecho, "Made Of Metal" parece decirnos que material tenía, y mucho. A saber: canciones que parecen sacadas de "Crucible" por su sonido de metal mucho más pesado y "actualizado" ("The Mower", por ejemplo, o el tema del título, entre otras), otras que parecerían grabadas para el anterior "Resurrection" y que por tanto recuperan ese sonido más clásico de su primer trabajo ("Like There's No Tomorrow" o "Thunder And Lightning", entre otras tantas, recuerdan, y mucho, a algunos de aquellos medios tiempo con gancho de su estreno), unas cuantas que pasarían por descartes de algunos discos de los mismísimos Judas Priest ("Undisputed" podría perfectamente formar parte de "Painkiller" tanto como "Fire And Ice" de un "Ram It Down" o "Hell Razor", por ejemplo, de "Stained Class") y hasta algunas otras (especialmente "Till The Day I Day") que no parecen deberse a nada anterior.



En definitiva, un conjunto diverso que podría colocarse, generalizando, entre "Resurrection" y "Crucible" y que si peca de algo es precisamente de un exceso de temas que puede dar cierta sensación de (immerecida por el nivel de la mayoría) irregularidad.
Pero es mucho más de lo que se esperaba, aún así, y algo que no decepciona para nada aún viniendo de tan ilustre personaje. Y eso es una muy buena noticia noticia.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

2010 - Black Country Communion - Black Country

Será porque aquí sí que parece haber un líder claro que dé coherencia a todo lo que se plantea y con una idea igualmente clara de la música que quiere hacer, o porque se ha sabido dar moderado pero importante espacio a cada uno desde esa producción de gusto tan detallista pero sutil, pero esta vez, a diferencia de tantas otras veces que se ha empezado hablando de “super-grupo”, la suma de los talentos de varios reputados músicos sí que ha resultado una verdadera “adición”.

El líder, casi evidentemente, es ni más ni menos que Glenn Hughes. Y si con esto ya tenemos excelencia a la voz y el bajo, el resto de factores de la suma no dejan de ser llamativos y llevan por nombres Joe Bonamassa (ese mismo bluesman y genial guitarrista que nos ha dado, no hace mucho, uno de los mejores discos de lo que va de año y que ahora vuelve a firmar la mayoría de temas junto a Hughes), Derek Sherinian (un teclista que acumula en su trayectoria tantos trabajos, desde los que hizo con los progresivos Dream Theater hasta colaboraciones con Alice Cooper, KISS o Yngwe Malmsteen, que hace imposible una mención completa alejada del asombro) y Jason Bonham, el hijo del desaparecido batería de Led Zeppelin que ha ocupado ese mismo puesto en numerosas formaciones de todo tipo, incluyendo colaboraciones anteriores con el propio Bonamassa.

Hechas las presentaciones, hay que decir que el resultado de esta operación realmente afortunada es Black Country Communion, y que presenta un debut brillante de preciosista sonido “setentero”, bebiendo mucho (sin ser tan funk como algunos de sus trabajos) de la propia carrera de Glenn Hughes, especialmente de sus discos con Joe Lynn Turner y de sus primeros años con Trapeze y Deep Purple, algo menos de la de Joe Bonamassa (sin ser tan puramente blues) y otro tanto del rock clásico y hard rock en general de esos ya lejanos años 70s. Tanto, es justo insistir en ello, que lejos de las producciones (sobre)potentes y (sobre)saturadas de hoy día, parece más bien grabado en uno de aquellos años y con el más atento de los productores.

Una apuesta, en definitiva, muy concreta que sin duda debe convencer a los amantes de ese tipo de música, por mucho que pueda pasar desapercibido para el resto.
De momento, los que ya le hemos podido prestar atención lo disfrutaremos al máximo.

lunes, 13 de septiembre de 2010

2010 - Iron Maiden - The Final Frontier

Puede resultar curioso, pero hay casos en los que a medida que un grupo crece y se hace más y más veterano resulta cada vez más difícil de juzgar. En lugar de presentarse como algo más fácil de catalogar, la cantidad de sensaciones que cualquiera ha acumulado a lo largo de la experiencia en su escucha se mezcla con las nuevas y lleva engrandecer cualquier aspecto, sea éste la decepción o la ciega alabanza de sus valores.

El caso de los actuales Maiden promete traernos una buena ración de los dos, y mientras haya quien opine que el nuevo trabajo suena “poco fresco” o que muestra un conjunto poco espectacular, modestamente homogéneo y falto de “hits”, seguro que tampoco faltará el que destaque la virtud que representa el que siga esa interesante evolución de los últimos tiempos en el lado más “desarrollado” o “maduro” de la Doncella a la vez que mantiene visibles sus raíces. Y claro, en los dos casos habrá que dar una buena parte de razón.

Para calmar a los de la primera opción se podría decir que parte de esa “modestia”, efectivamente más acentuada que en cualquiera de los discos desde el regreso de Dickinson, es salvable intercalando los temas más directos (acumulados en la primera mitad) con los más densos de la segunda parte y que, por tanto, quizá la sensación no es más que el fruto de un orden de temas poco favorecedor ante ese criterio.
Ya que nos ponemos, puede añadirse también en el bagaje optimista el hecho de que los discos inmediatamente anteriores también forzaran algunas dudas en su estreno y sin embargo han ido ganando adeptos con el tiempo.

Pero en cualquier caso, lo que nadie debería esperar a estas alturas es algo propicio para las tan gastadas comparaciones con sus discos clásicos. Su música actual no parece tener las mismas pretensiones, y como no intenta propiciar sensaciones parecidas no tiene por qué verse en la balanza con tal disco o tal otro de los 80s.

Maiden siguen a lo suyo y han sido capaces de conseguir una identidad más allá de muchos matices de su sonido, llegando a convertirse más en una banda para “sus seguidores” (los que han ido creciendo con ellos y esperan ir viendo qué rumbo toman cada vez de una manera más sosegada) que en el espejo y referente del heavy metal que fueron.
Y es comprensible, ya que para que los “nuevos” puedan disfrutar de aquella otra manera están por ejemplo esos “The Number Of The Beast” o “Piece Of Mind”, que se siguen (y eso es una buena prueba de su salud) vendiendo a buen ritmo y haciendo descubrir a muchos una música que ellos, con otros “inmortales”, hicieron capaz de marcar tantos y tantos corazones.

viernes, 3 de septiembre de 2010

2010 - Accept - Blood Of The Nations

Vaya por delante que es perfectamente posible que estemos ante uno de los más conseguidos discos de heavy metal, según los principios más tradicionales, de este año (aquí seguramente el que más) y de los últimos. Y que bien podría ser también, ya puestos a valorar de una manera tan general, que este regreso (otro más) de los veteranos Accept fuera uno de los discos más conseguidos (o el que más) en toda su carrera –que es mucho decir- si nos atenemos sólo (más allá del valor que da la originalidad o la influencia en el tiempo) a la regularidad en el nivel de todos los temas del disco y a su gran sonido.
Baste decir que en un disco tan largo (en minutos y en temas) resulta tan difícil quedarse con un corte que destaque por encima de los demás como señalar otro que pueda sobrar o bajar el nivel.
Y eso que la cosa no parecía apuntar tan alto.

Accept sin Udo: Esa era la principal preocupación.
Lo de “sin Udo no es Accept” se lo han tenido que guardar todos los que tenían a punto este argumento tan clásico por el innegable valor de las composiciones, y parece que también se ha aplazado la carga contra el “chico nuevo” que pone las voces. Mark Tornillo puede que no tenga el carisma de Udo Dirkschneider e incluso, ojo, puede que no llegue a la espectacularidad del sonido que Udo ha conseguido para su trabajo vocal en sus últimos discos en solitario, pero lejos de desmerecer encaja perfectamente en un disco que es tan bueno y tan Accept que anula cualquier queja sobre valía o identidad.

Y esa era la segunda preocupación: la identidad. Además de la falta del cantante de siempre (algo siempre traumático en un grupo veterano) el single que presentaba el disco (aquí abajo) no parecía tan Accept como, casi, propio de un grupo de heavy épico al estilo Manowar. Mucho menos, claro, tan Accept como a la postre ha resultado el conjunto, donde acaba por engarzarse y dar el punto de variedad sin necesidad de cambiar mayores cuestiones de estilo. Siendo así, claro, apartado queda éste y todos los problemas o preocupaciones que se pudieran tener. Tanto que se puede resumir el asunto en una máxima. Si te gustaba Accept te gustará “Blood Of The Nations”. Y punto.


¿Que no es original? No creo que nadie esperara que lo fuera el regreso a escena de una gran y reputada banda. Al contrario, es de suponer que lo que esperaba todo el mundo es que calcara su estilo más exitoso, y aquí hasta nos concede guiños como el mencionado de “Teutonic Terror” (el single) o esos momentos tan Judas Priest (imposible no pensar en ellos, por ejemplo, en “Pandemic”).

¿Qué queremos más? Ya están los jóvenes para inventar y muchos otros, jóvenes y viejos, para los que no encajen con Accept (algo, cómo no, tan posible como respetable) y que, por supuesto, por continuidad seguirán sin "encajar" con este trabajo. Que lo disfruten los demás.

2010 - The Sword - Warp Riders

Un caso de esos en los que es necesario empezar pidiendo atención. Y muy merecida, además. Porque el disco lo firman unos tales The Sword, una joven formación todavía poco conocida -al menos por aquí- que seguramente no llama a la curiosidad inmediata y, para mayor obstáculo a su repercusión y deleite, una que ya en su tercer disco (en pocos años) ha cambiado su sonido lo suficiente como para que pueda cambiar también una buena parte de su público.
Y claro, entre los que no los conocen (y que tienen, como es habitual hoy día, tanto entre lo que escoger que necesitan descartar lo que viene sin mucho cartel) y los que los conocían como una promesa del stoner o de ese nuevo doom tan de moda en el underground (y que o bien se pueden sentir decepcionados con el rumbo que están tomando -los que ya gustaban de su música- o por contra -los que no- no piensen en acercarse a ellos por anteriores referencias) puede que estos chicos queden algo apartados de una justa valoración.

Para ir deshaciendo confusiones. Los orígenes pueden ser los mencionados, sí, junto a un heavy épico, rudo y muy efusivo. Pero a "Warp Riders" es más fácil encasillarlo bajo la etiqueta más genérica de "heavy" que, desde luego, como "stoner" o "doom". Pero un heavy no muy al uso, eso sí. Y esto es uno de mucha influencia setentera.

¿Podríamos imaginar que los Black Sabbath nunca se separaron de Ozzy y continuaron su evolución hacia el heavy en los 80's sin la decisiva influencia de Dio? No sé... ¿Podríamos imaginar una mezcla de los primeros Black Sabbath con un grupo de heavy épico, recargado y potente como Manilla Road? Decir que suena a algo entre el "Paranoid" y "The Deluge" quizá es decir demasiado, pero nos da una pista. ¿Y qué tal imaginar una música que ponga un tratamiento heavy y potente -a lo US Metal, por ejemplo- al heavy y hard rock setentero de esos mismos Sabbath, Blue Öyster Cult o Thin Lizzy? Sí, quizá es la mejor manera de decirlo. Pongamos a esos Manilla Road, o a los Jag Panzer (por citar algunos) a versionar temas de esos tres gigantes setenteros y puede que tengamos algo parecido.

En cualquier caso, lo que resulta fácil decir es que se trata de un disco con personalidad, y teniendo en cuenta su juventud eso puede ser una gran noticia para el futuro.

Para más señas, añadamos que se trata de un disco conceptual con una buena carga instrumental y de temática sci-fi (algo muy Blue Öyster Cult, esto), que da gran importancia a la música sobre unas voces de tratamiento más tosco (a lo Ozzy, sí, aunque a veces a lo Phil Lynott), y que de vez en cuando, entre riffs pesados y todo tipo de requiebros instrumentales, nos regala algunas preciosas melodías muy del gusto Thin Lizzy.
Ah, y muy importante. Se trata de un disco que hay que escuchar con calma una y otra vez, porque va creciendo y creciendo poco a poco. ¿Le damos la oportunidad para que lo haga?